domingo, 12 de febrero de 2017

PRÓLOGO
                                                                          
Un prólogo es algo así como lo que está antes que otro algo.
Tal vez me sirve para disculparme por lo que les cuento luego.
Es que no me siento muy dueño de mis ocurrencias.
Porque lo que viene a continuación lo percibo como el haberlo recibido de alguien más, de otro ser.
¡Me siento tan pequeño!
Y más, aún, luego de un experimento científico que realicé.  Les cuento.
Resulta que apunté mis ojitos a un microscopio y vi.  Vi un objeto con otros más que les giraban alrededor.  Por convención les llamé núcleo al del centro, electrón a los demás y átomo a todo el conjunto.
Me dije: -esto es como arribar a un infinito.
Hete aquí que, luego, apunté mis ojitos a un telescopio y observé un objeto con otros más que les giraban alrededor.  Por convención les llamé estrella al del centro, planetas a los demás y sistema planetario al conjunto de todos ellos.
-Esto es como llegar a otro infinito- me dije.
¿Y yo?
¿Yo estoy en medio del infinito?
¡Me siento tan pequeño!
En este contexto de infinitud es el hombre un ser ínfimo.  Bastará comprender esta pequeñez para sustraernos a las miserables rivalidades que nos enfrentan y los enconos que nos separan.
¿Arribar, tal vez, a un estadio de placidez?
Tal vez…
Será que debamos bogar por la humildad en nuestras concepciones de vida.  Será que debamos bogar por ser mejores que nosotros mismos antes que ser más que los demás.  Creo que aquí es donde está la lucha verdadera porque éste es el camino para llegar al infinito: hallar dentro de nosotros un algo más para ser mejor.
En la perseverancia –no mucha- de esta idea dejo a continuación algunos retazos de circunstancias de vida que recibí, como antes dije.
Cada historia tiene un final feliz.  Nada más debemos saber administrarla.
Juzgadme constructivamente y seguiré construyéndome.
Os lo agradeceré.


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