EL PADRE DE MI NOVIA
Hace un mes
que nos
conocemos y a nuestra edad de cincuentones abreviamos algunos pruritos porque sabemos como
viene la mano , sobre
todo cuando nos
encontramos coincidencias razonablemente fundamentales
como para seguir encanutados.
Y en fin… aquí estamos.
Buena gente . Dicharachera y para
mí, que me
gusta charlar , es encantadora.
La vie… digo la mamá preparó una cazuela de calamares
con salsa de tomates
y arroz blanco que
casi le pido la mano al marido . Y
haciendo navegar a los calamares en un buen chablis (son dos botellas, porque las vaciamos) que
aporté para la ocasión nos
vamos al living a seguir
conversando como antes
del almuerzo.
No fue como
antes .
Ya es la segunda charla y,
además, tenemos un coordinador: el Sr. Chablis.
El vie… digo el padre
adquiere cierta familiaridad, como de amigos de la infancia.
En una de esas, y aquí viene el
quid de la cuestión de mi relato, me pregunta: —Che,
y ustedes ¿dónde hacen el amor ?
No me puedo
negar : nos
vio muy cariñosos y con arrumacos y esto
es signo de haber transpuesto ciertos
límites de confianza. La otra es que le conté que
vivo en un monoambiente con cama de una plaza y
no le voy a decir que obligo a la hija a
tamaña miserable incomodidad para… para…
En fin…
—¿Sabe
Don? Así, de vez
en cuando, cuando queremos estar solos en la intimidad nos
vamos a alguno de esos sitios que están preparados con todas las comodidades
para pasarla lo mejor posible, con calefacción y música y agua caliente…—digo.
—…y una cama de dos plazas —espeta .
—y… sí —respondo.
—una
amobl…
—y… sí —agrego con presteza.
—¿Sabés? Nosotros nunca
fuimos a uno de esos sitios. En nuestro
tiempo eran pocos los que habían y
estaban lejos y, además, los viejos andaban mirando el reloj a cada rato —dice.
Yo siempre oportuno
para lo que
no debo decir, digo: —¿Y no… ?
—¡Ehhh… seguro que sí! Íbamos a otro barrio, en una
vereda en donde los árboles tapaban al farol , y allí… —me responde.
—¡¡Paapiii…!! —dice la señora.
Pero lo dice con tal
dulzura que no me
cabe duda alguna que está viviendo el momento que
relata el marido .
Se miran.
Se toman las manos . Se besan.
Lloran. Y ríen…
En materia de vinos uno
bebe una buena calidad y no se achispa salvo que ,
además, sea en buena cantidad. Esto da lugar
a redondear el quid de la cuestión.
—Y
decime Eduardo ¿Me podés recomendar
uno bueno para ir con mi
nena? —me
sorprende. Y asiento ¿Qué remedio?
—¡¡Paapiii…!! —salta la señora.
—Sabés
nena que nos
vendrá bien conocer un sitio así. Es algo distinto que no conocemos y no hacemos daño a nadie —responde.
—Pero nos ven al entrar … —arguye.
Aquí, estimo, la señora empieza a entrar , sumando el recuerdo de las aventuras
del noviazgo.
—Eduardo,
dame la dirección de uno que esté en otro barrio y vamos ahora todos en mi auto —me
pide.
—¡¡Paapiii…!!
—esta vez lo dice
Francis.
Es todo
demasiado lindo
como para que este
encuentro no resulte en un final feliz .
¡Los cuatro zarpamos en el crucero del amor!
No, no estoy loco .
Cuando acabamos nuestro turno
vamos a la planta baja. El empleado me
dice que el señor del cuarto trece le
llamó para que
le haga llegar otra pastillita azul en cuanto
salgamos. Se la entrego y avisa a la mucama para que
la deje en la ventanita del trece.
Ambos tienen sonrisas en los labios y en los
ojos.
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