domingo, 12 de febrero de 2017

MEMORIAS DE VIGILADOR 3
                                         
El recibidor del edificio en donde hago mi vigilancia nocturna es rodeado de paneles de vidrio transparente así como es su puerta, su piso es de baldosas cerámicas blancas que se continúan en el atrio que da a la amplia puerta de rejas lindante con la vereda.
Este atrio tiene a derecha y a izquierda unos canteros parquizados no con césped sinó con una granilla gris que puede ser granito desmenuzado.
Hago este prolegómeno a fin de ubicar al lector en el espacio geográfico al que me voy a referir para relatar el incidente de esta ocasión.
En cuanto al espacio temporal diré que fue hace un buen tiempo.  Tanto como para justificar otros acontecimientos en apariencia irreales o de fantasía extrema ocurridos con posterioridad y que se polarizaron en augurios de civilizaciones milenarias.
Mi tarea la hago caminando, de parado o de sentado.  Alterno las posiciones para florear mi estancia, claro está.  Ocurre que las cosas me sorprenden cuando estoy sentado, algo así como para “pescarme” desprevenido, como en esta ocasión.
Y relato.
Observar la calle a media madrugada es poco entretenido pues los vehículos pasan de vez en cuando, pero es parte de mi función.  Así estoy cuando el rabillo del ojo izquierdo percibo un movimiento hacia la granilla del atrio, algo así como un bulto que cae desde el primer piso, desde arriba.
El ojo vira de inmediato y veo que ese objeto no golpea sinó que se apoya suavemente.  Cualquier objeto caído hubiera rebotado en el suelo ¿No?
No, éste no.  Y se queda quietito.
Es un cilindro, calculo, de medio metro en largo y veinte centímetros en diámetro con los extremos redondeados, de color… de color…  No existe ése color…
Algo así como esas cápsulas que contienen polvo medicinal y que se tragan con varios sorbos de agua.  Pero más grande.
Me quedo mirándolo un rato largo y después vuelvo alternativamente mi mirada hacia el cilindro.  No se movió.
En un momento comienza a salir por ninguna puerta sinó a través de su pared una, dos, tres,… varias bolitas de colores distintos ya sí identificables en rosa, celeste, verdoso,…  Flotan en el aire.  Son de una pulgada más o menos.
—¡Oh, my God! —exclamo.  Es que la aculturación de mi sociedad saca desde dentro mío esta expresión.
En otro momento, dos de las bolitas vuelan directamente hacia mí y grito¡Revientan los vidrios!
¿No?  ¡No!  No, pasaron a través de los vidrios sin… sin…
—Hola, José Galeano —escucho.
—¿Qué hacés levantado a esta hora? —le respondo a Marcelo, el encargado que vive en la Planta Baja.
Trato de apartar los ojos de las bolitas que flotan frente a mí para encontrar a Marcelo.  Pero no está.
—Hola, José Galeanome repite la voz dentro de mi cabeza—.  Somos las bolitas que estamos frente a ti.  Venimos de otro mundo, del planeta Agra Positivo de la Constelación de la Cruz.  La esfera rosa soy yo, Elsa, y Perg es la esfera celeste.
Además de sorpresa, imaginación, desesperación y todas esas cosas que a uno lo ponen patitieso, me invade un hálito de familiaridad en lo que me transmite la bolita.  Algo así como que “ya lo escuché en otra parte”, sobre todo cuando me repito sus nombres.
Y sí, es la bolita que me habla.
Te necesitamos —dice Perg.
Como no de donde vienen ni adonde van, más que callar mi boca evito pensar, ya que leen mi mente, y dejo que se expliquen.
Que éste planeta Tierra evoluciona constantemente y se avecinan cambios drásticos para la supervivencia del humanoQue el planeta cercano, Marte, reúne condiciones de habitabilidad suficientes para continuar la vida humana en una nueva civilización.  Que yo debo difundir información de tipo literario para concientizar sobre los cambios que ocurrirán y, eventualmente, paliar desbordes de locuras o esquizofrenias en la población.”
No quien leería las tonterías que escribo pero, leyendo mi cabeza, prometen ciertos canales de comunicación por los cuales llegarían mis notas a la gente.
También pienso, en un rapto suicida, que sería mejor que desapareciera el humano ya que, en constante autopredación, se asesinan por litros de petróleo y kilos de oro para, además, contaminar el ambiente y continuar el genocidio.
Los extraterrestres me dan razón pero también dicen que hay otros humanos que luchan por preservar la buena vida de las comunidades y todas estas acciones que llevaremos adelante son para confirmar su obra.
Otro dato me alarma pero que debo tomar como cosa juzgada es que las cucarachas se irían a comunicar conmigo para darme instrucciones sobre la parte que me toca en toda esta cuestión.
—¿Las cucarachas? —exclamo.
—Sí, son humanos metamorfoseados a través de los siglos por causas climáticas físicas y químicas.  Quqa es quien hará contacto contigo —aclara Perg.
—Buena misión —augura Elsa.
—Buen viaje —digo (¿Qué les voy a decir?) cuando ya salen a través del vidrio y entran todos al… a la nave.
La nave se eleva y desaparece.
¡¡Extraterrestres!!
¿¿Por qué a mí??


Elsa y Perg… ¿De dónde me sigue sonando?

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